Si ya es claro, desde el punto de vista científico, que la tercera parte de todos los cánceres puede prevenirse adoptando hábitos saludables.
De hecho, el lema de la campaña desplegada hoy, día mundial contra este mal, es una abierta invitación a que cada persona, institución, autoridad y comunidad actúen efectivamente, desde su competencia, en la prevención de esta enfermedad.
Al decir “yo puedo”, “nosotros podemos”, la gente reconoce que tiene a la mano herramientas para mantener a raya un mal que, a pesar de crecer en el mundo, también permite, a través de las investigaciones, ser optimistas.
Hoy se sabe que la adopción de medidas como hacer ejercicio, dejar de fumar, vacunarse contra virus como las hepatitis B y C y el del papiloma humano, alimentarse de manera sana y estar alerta y consultar a tiempo ayudan a ganar esta pelea.
Ahora, eso de nada sirve si este compromiso no permea, como debe ser, a las instituciones y entidades encargadas de garantizar el acceso a los servicios de salud de modo oportuno y eficiente. De ello depende, en grado sumo, que esa tercera parte pueda sobrevivir a este flagelo y recuperarse.
En ese orden de ideas, también resulta injustificable que exista una brecha casi insalvable entre los millones de personas en el mundo que hoy no pueden acceder a los grandes avances que la ciencia ha producido, y produce, para tratar esta enfermedad y la disponibilidad de estos.
Colombia, valga reconocerlo, tiene todo para dar ejemplo en la región sobre la forma como se aborda este tema: el alto nivel de los médicos y científicos, la calidad de los hospitales y unas normas que garantizan el derecho a la salud para todos. Solo falta una acción conjunta, con los intereses puestos en los pacientes.
La propuesta de modelo de atención para el cáncer formulado por el Instituto Nacional de Cancerología apunta en esa dirección y es un buen aporte para ese ‘todos podemos’, que, sin duda, lograría que los 32.500 muertos que deja el cáncer cada año, en poco tiempo, sean menos.